Por: Psicólogo Eddie A. Soltrén Roldán
Por favor, antes de comenzar a leer este escrito te pido que hagas algo. Por un minuto detente y mira fijamente al hombre que tienes de frente en esta foto. No continúes leyendo si primero no te detienes a mirar. Deja que su mirada te confronte. Ahora permíteme contarte quién es y una historia de porqué nos debemos sentir confrontados por él. Es un refugiado de Sudán del Sur que vive y pastorea una iglesia de refugiados en la República Democrática del Congo. Viajó casi un día completo caminando y en diversos transportes para cruzar la frontera de Uganda para llegar hasta el campo de refugio donde estábamos.
Se suponía que le entregarían una bicicleta en la
reunión, pero el obispo de Sudán pensó que por vivir lejos el pastor no llegaría, por lo que no compró su bicicleta. Para solucionar el problema los líderes encargados del viaje, acordaron llevar al pastor a la ciudad a comprarle la bicicleta. Luego le gestionaron el transporte para regresar junto con su bicicleta hasta la frontera. Un viaje de cinco horas y media. Luego al llegar a la frontera debía subir a su nueva bicicleta y pedalear más de cinco horas hasta llegar a su casa.
Algo me sorprendió a mí y de seguro te va a sorprender a ti, es que el pastor no quería la bicicleta para trasladarse con más rapidez o comodidad en la comunidad que pastorea. La bicicleta la utilizará para ir más lejos y plantar una nueva iglesia dentro del Congo. Cuando conozco historias como esta no puedo evitar preguntarme ¿Qué estoy haciendo yo por Jesús? ¿Qué excusas pongo para movilizarme y cumplir la misión de Dios? No es hasta que chocamos con hombres como el pastor del Congo que descubrimos que Dios está trabajando en África haciendo su obra con los instrumentos menos probables para avergonzar a los que se creen grandes.
Sí, leíste bien, dije que Dios está trabajando en África. Sí, está en los campos de refugio. Entre los quebrantados de corazón por las guerras tribales. Entre el trauma y el dolor, Jesús está en África.Trabajando. Moviéndose. Algunos de occidente no lo pueden creer. No lo quieren ver. Prefieren seguir pensando que Dios está en los altares de mármol. Entre el dinero y el “glamour”. En los congresos y las actividades donde se reúnen las multitudes. Jesús está en los conciertos y la buena música, pero también en el sonido de congas desafinadas. Sin darnos cuenta la iglesia de occidente sigue preguntando la famosa pregunta que hizo Natanael a Felipe en el evangelio de Juan 1:46: ¿Puede salir
algo bueno de Nazaret?
Sin embargo, la divina respuesta sigue siendo la misma: “Ven y ve”. No esperes a que otro te cuente lo que Dios está haciendo en África o en el mundo entero, ven y ve. Ven y ve con tus propios ojos que Dios sigue escogiendo a los que parecen no ser muy grandes para glorificarse. Como el pastor del Congo, que con solo una mirada nos desafía a que veamos de cerca lo que Dios está haciendo en el mundo y nos dice Ven y ve lo que puedo hacer contigo también.
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